El regreso by Burton Hare

El regreso by Burton Hare

autor:Burton Hare
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
publicado: 1981-12-31T23:00:00+00:00


CAPITULO VII

—¿Sabes cuánto tiempo llevamos aquí Jane?

Ella cabeceó, asintiendo.

—Yo también tengo reloj, querido. Y no ceso de vigilarlo para que no se pare...

—Tres semanas terrestres, ni más ni menos. ¿No crees que ya es hora de reanudar nuestro camino?

Jane asintió, pero no pudo evitar mirar con nostalgia esos parajes en los que había sido plenamente feliz...

De que a la mañana siguiente, apenas el sol desparramó su luz, se pusieron nuevamente en camino. Incluso «Blackie» parecía abandonar el lugar de mala gana.

Atravesaron las colinas. Al otro lado de ellas, el paisaje se volvió más bronco, como atormentado por dolores geológicos.

Secretamente, Jane comenzó a lamentar haber dejado atrás el verde valle donde había sido feliz.

Al tercer día de marcha, se enfrentaron con las abruptas laderas de unos montes rocosos, salpicados por verdes manchas de vegetación.

Parker los contempló, sombrío.

Atravesarlos, coronándolos, sería una marcha agotadora. Habría que buscar un paso más fácil.

Al cerrar la noche encendieron una gran fogata, como de costumbre. Se acostaron con «Blackie» tendida a sus pies.

Parker ignoraba cuánto tiempo llevaba dormido, cuando le despertó el escándalo de «Blackie», con sus fieros gruñidos.

Se levantó de un brinco, viendo, en la oscuridad, al animal debatiéndose contra algo más grande que él.

El resplandor de la fogata no llegaba hasta el lugar de la lucha. Los gruñidos del perrazo eran cada vez más salvajes.

Jane despertó también.

—¿Qué sucede?

—«Blackie». Está luchando contra algo...

—¡Por Dios, llámalo!

—¡«Blackie», suéltalo, ven aquí! -—gritó Jack.

El revuelo, en la oscuridad, se prolongó casi un minuto más. Parker decidió intervenir, como fuera, ya que el perro no parecía dispuesto a soltar su presa.

—¡«Blackie», maldita sea, déjalo!

Al fin, el perro soltó su presa y retrocedió a regañadientes, frotándose contra sus piernas.

Parker oyó unos pasos veloces, que se alejaban a la carrera.

—¡Un hombre! —exclamó—. ¿Oyes? ¡Son pasos, Jane!

El trote rápido se extinguió en la distancia.

—¿Estás seguro? —jadeó la muchacha.

—No pude verlo, desde luego. Pero oí los pasos. Ningún animal correría de ese modo. Quien fuera, se movía sobre dos pies. ¡Maldita sea, «Blackie», la hiciste buena esta vez!

Al amanecer, cuando se preparaban para reanudar el camino, oyeron el zumbido agudo de una de aquellas esferas plateadas. El sonido fue acrecentándose, a medida que la extraña nave se aproximó a donde estaban ellos.

Parker exclamó:

— ¡Corre, ocúltate bajo esos árboles!

Los dos se agazaparon allí, con el perro sujeto.

La esfera pasó casi sobre ellos, rugiendo muy bajo. Evolucionó luego frente a las escarpadas laderas de los montes y, al fin, remontándolas, desapareció al otro lado.

—Parecía como si buscaran algo —masculló Jack—. Tal vez estén buscándonos a nosotros.

—¿Crees que van a volver?

—Cualquiera sabe...

Antes de que hubiera terminado de hablar, otra esfera apareció, procedente de otra dirección distinta. También estuvo flotando cerca de las laderas, y luego se fue, siguiendo.

—¿No lo habías advertido?

—Los había oído gruñir, pero es cierto que no rugen, no parlotean como los de la Tierra... ¿Quieres decir que son mudos?

—No lo sé, pero ni siquiera el jaguar que mataste lanzó ningún rugido, al ser atacado. Sólo emitió una especie de gruñido sordo.

—Es algo sobre lo que reflexionar, evidentemente.



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